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martes, 23 de noviembre de 2010

AUSCHWITZ. EL HORROR DE LOS CAMPOS DE CONCENTRACIÓN




"Bajo tales condiciones de vida, el detenido, excesivamente cansado, subalimentado, insuficientemente protegido contra el frío, adelgazaba progresivamente quince, veinte, treinta kilos. Perdía de un 30 a un 35% de su peso. El peso de un hombre normal bajaba a 40 kilos. Podían observarse pesos de 30 y 28 kilos. El individuo consumía sus reservas de grasa, sus músculos. Se descalcificaba. Se convertía, según el término clásico de los campos en "musulmán". Es imposible olvidar con qué desprecio los S.S y ciertos detenidos bien alimentados trataban a estos desgraciados denominados "musulmanes"; con qué angustia los caquécticos iban a la consulta, se desnudaban, se volvían, mostraban sus nalgas y preguntaban al médico: "no es verdad doctor que todavía no soy un "musulmán"? A menudo conocían su estado y decían con resignación: "ya soy musulmán".
El estado del "musulmán" se caracterizaba por la intensidad con que los músculos se derretían; no había literalmente más que la piel y el hueso. Se apreciaba claramente todo el esqueleto y, en particular, las vértebras, las costillas y la cintura pelviana.
Hecho capital, esta decadencia física la acompañaba una decadencia intelectual y moral. Incluso, a veces, aparecía antes. Cuando esta doble decadencia era completa, el individuo presentaba un cuadro típico. Avanzaba con lentitud, la mirada fija, sin expresión, a menudo ansiosa. Sus ideas, también, surgían muy lentamente. El desdichado no se lavaba, no cosía sus botones. Estaba atontado y lo recibía todo pasivamente. Ya no intentaba luchar. No ayudaba a nadie. Recogía la comida del suelo con su cuchara, la sopa caída en el fango; buscaba en los cubos de basura pelas de patata, tronchos de col y se los comía crudos y sucios como estaban. Es imposible olvidar el espectáculo dado por varios "musulmanes" disputándose tales desperdicios.
Se convertía en ladrón de pan, de sopa, de camisas, de zapatos, etc. Además, rodaba con poca gracia y, a menudo, se dejaba sorprender.
En la enfermería se esforzaba por obtener un lugar cerca de un moribundo, de cuya muerte no avisaba, para intentar obtener, de esta manera, su ración.
Se hacía arrancar los puentes y coronas de oro a cambio de un poco de pan; en estos casos , era, generalmente, estafado.
No pudiendo resistir la tentación de fumar, cambiaba su pan por tabaco.
En conjunto, el ser humano era retrotaído al estado animal y, a veces, esta comparación, es un insulto a los animales.
La duración de esta evolución es de unos seis meses y nada es más cierto que esta frase de un oficial S.S.: "Todo detenido que viva más de seis meses es un estafador, ya que vive a costa de sus compañeros."

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